martes, 4 de octubre de 2011

Requiem for the cigarrette


Ya conocía esta situación, un sudor frio recorría toda mi espina dorsal hasta perderse por la oscuridad de las sabanas, los ojos hinchados como un pavo el día de navidad, la garganta tan seca como la misma arena del Sahara, y las venas de mi cuerpo sirviendo de acelerada autopista a la sangre bombeada con bravura por el corazón…y vueltas y giros dados sobre la cama asemejando una peonza humana. Preocupaciones, algunas reales, otras inventadas, otras que ni siquiera son fruto ni de la realidad ni de la imaginación, pero están ahí, manteniéndote alerta, despierto, en guardia…sin poder pegar ojo.

Me asomo al balcón, el reloj roza casi las 4 de la noche, en la calle apenas pasa algún coche y todo es acariciado por la brisa fresca de este raro otoño que se asemeja más a un verano tardío que un pronto invierno. Con delicadeza deslizo mis dedos hasta llegar al paquete de tabaco, me saco un cigarro. Dejo que la cerilla se consuma un tiempo, lentamente, antes de iniciar este ritual de descanso tan conocido ya…más tarde, la cerilla no será más que un trozo de carbón alojado en el suelo cerca de alguna alcantarilla. 

Las primeras bocanadas de humo se deslizan por entre mi pelo como queriéndome abrazar y con ellas siento como si los problemas pesaran menos, todo no parece tan importante y en la nada está mi fijación, cabeza perdida contando estrellas, el maullido de un gato lejano que me hace sonreír…y de pronto, la vida no parece tan seria, te acuerdas de la buena compañía, de sus ojos, de las tardes con los amigos, de las risas y las paranoias…cada calada es un dulce recuerdo…

Pero al igual que la vida, nada es eterno, y con cada alegría consumida entre mis pulmones, crecía un malestar original de saber que no está bien resguardarse en el pasado, por muy placentero que sea.
El futuro está ahí, tarde o temprano llega, mientras la ceniza caía al vacío me iba dando cuenta de que no todo tiene porque ser bonito, que también hay belleza en la tristeza, en el sufrimiento y en el dolor.

Miro el filtro casi ahogado del tabaco, si anteriormente era blanco como el algodón ahora había tomado un tono como el sucio barro que todo el mundo detesta. Lo apoyo entre mis dedos pulgar e índice, le doy la última calada, lo lanzo lejos…como queriéndome resistir a su placentero aroma, lo lanzo lo más lejos que puedo… el que, si me mantengo fuerte, será mi último cigarro.

Adiós momentos placenteros de la noche, adiós. 

Huyo de tu aroma, de tu humo que todo lo envuelve, de tu negrura en mis pulmones, de mis bolsillos vacíos sin el fuego, me despido de ti para no volver a verte, para encontrar sustitutos a mis desvaríos, para vivir mejor en una vida peor…adiós tabaco, adiós.