Al fin las maletas descansaban sobre el suelo de mi hogar. Aun no me hago a la idea de todo lo que acabo de vivir. Las experiencias se arremolinan en mi mente sin orden alguna, como gente corriendo al comienzo de una tormenta de verano. Porque al fin y al cabo son recuerdos de risa, alegría, prisas, descoordinación y en menor medida…de temor.
Todo empezó un sábado como cualquier otro, pero no, este tenía algo distinto, nada más abrir los ojos lo primero que mi mirada fue a encontrar fue el paquete que con tanto cariño llevaba preparando, lo que me recordó que ese día iba a ser distinto a todos los vividos.
Llegue, como me suele pasar casi siempre, con el tiempo justo para coger el avión en el que iban mis sueños y mis temores a lo desconocido. Un viaje que a pesar de llevarme al otro lado del mundo se me hizo incluso ridículo en el tiempo, no sé si por el nerviosismo que iba creciendo en mi o por caer presa del sueño tras coger el segundo avión.
La sensación cuando salí del aeropuerto no la puedo describir con palabras, habría que estar allí para poder sentirlo como lo sentí, fue como transportarse a otro mundo…los colores, el olor, el sentir que vivía en otro tiempo pasado…fue algo difícil acostumbrarse a aquello. Pero la humildad de la gente, el alegro color de los vestidos de las chicas, el montón de pequeños y no tan pequeños jardines y zonas verdes repartidas por toda Delhi, los edificios rojo turquesa que me hipnotizaban al atardecer cuando se tornaban en un fuego como mágico, el blanco involuto del Taj Mahal reflejado sobre el estanque que asemejaba la perla más brillante que haya visto nunca…una serie de emociones e impresiones que se me hacen tan difícil de explicar pero que me erizan la piel con tan solo evocar aquellos recuerdos.
Por suerte la gente que me pude encontrar hizo de mi estancia aquí algo mucha más placentero, aunque era una locura encontrar mis lugares de destino, toda persona se interesaba a ayudarme al verme perdido, cargando la enorme mochila y con un mapa imposible de descifrar en la mano. Supongo que se debe a que era una antigua colonia inglesa, pero su inglés era casi perfecto. Más de uno de nosotros debería viajar y ver como un país que creemos menos desarrollado es mucho más culto y amable que el nuestro. Deberíamos de mirar menos nuestro ombligo y alejar un poco más la vista y olvidar nuestros prejuicios.
El miedo inicial que sentía al principio apenas duro un par de días, es verdad eso que dicen que nada es como lo pintan…
Con el paso del tiempo y disfrutando del turismo y acostumbrarme al ir y el venir de coches, motos, bicis, monos… pude desarrollar mi principal labor, la cual consistía en ayudar en diversas ONG’s a lo largo del norte de este maravilloso y exótico país.
Esa experiencia de poder ayudar a gente que vive en unas condiciones que no se merecen me hizo ser más humano, me abrió la mente en lo que pensaba a la igualdad. Tuve la oportunidad de trabajar junto a mujeres viudas, las cuales por diversas leyes arcaicas, tuvieron que fundar una ciudad propia en la que valerse por sí mismas. También pude ayudar en lugares como Nepal o Calcuta.
Pero aun estando apoyando todo el rato posible en Ong’s el viaje de una ciudad a otra o alguna escapada que me permitía de vez en cuando me dieron la oportunidad de disfrutar de rincones escondidos del mundo, andar por los extensos campos de té casi virgenes, probar el famoso te de Darjeelin, ver antiguas ruinas del esplendor de tiempos pasados, lugares de culto como el monumento a Gandhi…
En verdad fue una experiencia única en la vida, os animo a olvidar vuestros miedos infundados, os embutéis vuestras mochilas al hombro, giréis la bola del mundo que tengáis más cerca y viajar donde vuestro dedo al azar os marque…