domingo, 14 de octubre de 2012

Destellos en el camino



           Siempre fui partidario de marcar mi camino con migas de pan, hasta el último momento no caí en la cuenta de que la lluvia deshace y borra el rastro que me permitía volver al inicio de mi aventura.

            3:20 Llenan la calle perlas de incandescentes gotas de lluvia, iluminadas sobre la oscuridad del asfalto por la incidencia de algún farol lejano, que apenas logra iluminar una pequeña porción de la avenida.

                En ciertos momentos veo mi vida como el lento deambular de los siervos a Baco un sábado de madrugada. Dando tumbos de aquí a allá con un destino no prefijado, un camino que se recorre sin ponerle mucho entusiasmo, pues sabes que al fin y al cabo alguna piedra siempre entorpecerá tu camino.

              A veces esas piedras tienen nombre propio, sonrisa y cuerpo presente, otras, las menos, son creaciones de nuestra propia mente, que juegan con nuestro subconsciente por ver quien introduce en el menor tiempo posible la mas extravagantes y negras ideas en nuestro interior.

               Sobre nosotros cae la hercúlea tarea de aprender a discernir entre los alborotados resquicios del pensamiento que ideas son infundadas y cuales no tienen solución alguna.

                El tiempo, llamado vulgar y malamente madurez, pues los años no son sinónimo de un avanzado desarrollo de nuestro órgano mas vital, nos enseña a descubrir los destellos de luz entre la noche.

3:56         La idea de un tiempo remoto me aturde, la sensación de que el tiempo no es una medida física, si no mas bien flexible y que connota mas que un simple conjunto de números que avanza a una velocidad estándar, si no… ¿como explicar que en ciertas situaciones el tiempo parece detenerse o recrearse en su aletargante y lento paso y otras en cambio parece cruzarse en nuestras vidas tan fugaz como el paso de un cometa frente a nuestros ojos?

               El tiempo, ese maldito tirano que controla nuestras vidas con mano de hierro, que no  nos permite borrar nuestras equivocaciones, mas nos atormenta con ellas tras el avance incesante de nuestra vida, permitiendo caer una y otra vez en la misma y mísera equivocación que a esta situación nos traslada…

             El tiempo, valiente hijo de puta, sé que no eres el culpable de mis tormentos de avanzada noche, pero siempre fue mas fácil echar la culpa a la nada en lugar de afrontar la realidad.

             Apenas quedan unas caladas de este malsano vicio, apenas el tiempo me ha dejado disfrutar de un momento de paz…con estos atolondrados pensamientos recorriendo de arriba abajo mi ajetreada mente lanzo al vacío de la noche el cigarro, para que los destellos de este al chocar contra el húmedo asfalto se unan a los destellos desprendidos de lluvia a la luz de aquel farol, con la aferrada idea de que esos pequeños destellos consigan iluminar mi camino entre tanta oscuridad.

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